En la Argentina actual, el crédito dejó de ser una herramienta para financiar proyectos o consumos puntuales y se transformó en una estrategia de supervivencia. Según datos del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP), nueve de cada diez familias tomaron algún tipo de deuda en el último año, y más del 50% de esos créditos se utilizaron exclusivamente para comprar alimentos.
Tarjetas de crédito, préstamos bancarios, créditos de financieras, prestamistas informales y billeteras virtuales forman parte de un entramado que sostiene el consumo básico. Sin embargo, en lugar de reflejar una mejora en el acceso a bienes, el endeudamiento creciente muestra un deterioro estructural del poder adquisitivo y una economía familiar en emergencia.
El 41,4% de los hogares además se vio obligado a usar sus ahorros para cubrir gastos cotidianos. Un tercio pidió dinero prestado a familiares o amigos, y más del 10% depende de la ayuda en forma de alimentos que proviene de organizaciones sociales, religiosas o del Estado.
La situación se agrava frente a ingresos que no alcanzan. En marzo, la Canasta Básica Total para una familia tipo superó los $1.374.000, una cifra que equivale a más de cuatro salarios mínimos. A esto se suma una alta informalidad laboral: el 37% de los asalariados no están registrados y el 24% de los trabajadores gana menos del salario mínimo por hora.
El acceso a la vivienda también empuja al endeudamiento. Luego del DNU 70/2023, que desreguló el mercado inmobiliario, el 64,6% de los inquilinos contrajo deudas y casi la mitad se atrasó en el pago del alquiler. El peso de los servicios públicos y el transporte, con fuertes aumentos, completa un panorama asfixiante para los hogares.
El consumo cayó con fuerza durante 2024: en enero se retrajo un 10,6% y en febrero un 9,8%. Esto se refleja en cifras alarmantes como el menor consumo per cápita de leche en 34 años y el de carne vacuna más bajo en tres décadas. Aunque la inflación muestra una desaceleración, el empobrecimiento cotidiano continúa, y muchos hogares sobreviven gracias al crédito, en silencio.
El IPYPP advierte que esta forma de endeudamiento estructural y extendido debe ser incorporada al diagnóstico de pobreza, ya que invisibilizarla implica desconocer la realidad que atraviesa una gran parte de la población, que ya no puede sostenerse sin endeudarse.