Un viaje en subte que anticipó al Papa de los gestos simples

22 de abril 2025, 9:48hs

Corría mayo de 2008 cuando Jorge Mario Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, decidió trasladarse en la Línea A del subte porteño para participar de una ceremonia religiosa. Lo que parecía un viaje más en su rutina de cercanía y austeridad terminó convertido en una de las imágenes más icónicas de su vida: sentado en los clásicos coches de madera, vestido con sotana y abrigo negro, con la mirada serena y una mano en el pecho. Una escena que, cinco años después, cobraría un valor histórico incalculable.

La foto fue tomada por Pablo Leguizamón, un joven fotoperiodista que ese día, tras cubrir un acto con familiares de víctimas de Cromañón, intuyó que el cardenal tomaría el subte y lo siguió, cámara en mano. Saltó molinetes, se trabó con la mochila, pero logró subirse al mismo vagón. Disparó en silencio, con un equipo modesto y un lente corto. Una de esas imágenes, sin saberlo entonces, se volvería viral en 2013, cuando Bergoglio fue elegido Papa.

Este lunes 21 de abril, tras la confirmación oficial de su fallecimiento a los 88 años, la foto volvió a circular con fuerza en redes sociales y medios de todo el mundo. No solo por su estética o composición, sino por lo que representa: una figura que encarnaba sencillez, compromiso y cercanía con la gente.

Antes de ser el Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio caminaba por los pasillos de la Línea A (Foto/Pablo Leguizamón)
Junto a su vocero, Federico Wals (a la izquierda, con saco y corbata) y el Obispo auxiliar de Buenos Aires y Monseñor, Eduardo García, saliendo del subte (Foto/Pablo Leguizamón)

“Entró y se sentó como un pasajero más, recuerda Leguizamón, desde Viedma, donde vive y trabaja actualmente. Durante años, la foto quedó guardada en un cajón. En tiempos donde aún no existía la viralidad digital, no había medios interesados en publicarla. Fue recién tras el nombramiento del Papa Francisco que comenzó a recorrer el mundo, transformándose en símbolo de su estilo pastoral.

La imagen fue incluso parte de un homenaje audiovisual en los premios Martín Fierro 2013 y, años más tarde, inspiró una historia particular: la del empleado de Metrovías Pablo Piserchia, quien logró identificar el vagón exacto en el que viajó Bergoglio —el número 33— y luego construyó una réplica artesanal que llevó hasta Roma para entregársela personalmente al Papa.

“Hay imágenes que siguen teniendo trascendencia. A veces no son para el ahora, sino para el mediano o largo plazo”, reflexiona Leguizamón, quien sostiene que el fotoperiodismo sigue siendo clave para construir memoria. Esa corrida detrás de Bergoglio, dice, hoy cobra sentido: “Valió la pena”.

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