¿Es la queja un deporte nacional o una incapacidad estructural para la satisfacción? Esta es la pregunta central que se plantea al analizar la insatisfacción humana, el escritor Alejandro Rozitchner. Existe una diferencia crucial entre valorar lo que uno tiene (un acto consciente de evaluación) y estar verdaderamente satisfecho, que implica un "cuerpo pipón", un sentimiento de contento con la realidad, el trabajo o las relaciones. La duda es si uno se queja por una situación real o por una relación intrínseca con el mundo que impide el contento.
Tradicionalmente, el enfoque terapéutico sugiere la importancia de "hacer conscientes las cosas" y el autoconocimiento. Sin embargo, se propone que esta constante "mirada a vivir" o el exceso de autoconocimiento puede convertirse en una nueva forma de insatisfacción, porque es una distancia de la realidad. Cuando uno se convierte en su propio objeto en lugar de ocuparse del mundo y de los demás, se entra en una trampa, ya que "no somos nada profundamente" sino en nuestra interacción con la realidad y los otros.
La alternativa a esta introspección excesiva es "dejarse llevar" o, como se metaforiza, "saltar sin red". Esta perspectiva sugiere que la vida pasa por uno, y que las verdaderas sensibilidades no se eligen, sino que se sienten directamente. Se contrapone a la noción de control, que es un "plan imposible en la vida". Intentar controlar las emociones como los celos, la ira o la depresión es ineficaz, así como lo es intentar controlar el sufrimiento ante una pérdida.
Además, se cuestiona la búsqueda constante de "equilibrio", que puede empujar a una "zona tibia de la experiencia" y no siempre es sinónimo de satisfacción. En ocasiones, el involucrarse plenamente en un trabajo o una relación implica excitación y movimiento, no calma. También se desafía la idea de que el estrés es un invento humano de personas hipersensibles; la vida, por naturaleza, es exigente y compleja, y "si no quieres estrés, no vivas".
En última instancia, el planteamiento invita a "salir a la vida" incluso con defectos, dolor o limitaciones. Como decía la canción de Charly García, hay que "bancarse ese defecto", porque "toda vida tiene algo" y nadie es absolutamente fácil o perfecto. La idea de que "cada uno es boludo a su manera" permite hacer las paces con nuestras imperfecciones en lugar de perseguir ideales inalcanzables. Este enfoque de "pensar sin red" invita a jugar con las ideas y dejarse llevar por el devenir de la conversación.