Antes de alcanzar el éxito que le permite llenar estadios y ser reconocido como uno de los cantautores más populares de América Latina, Ricardo Arjona recorrió un camino de búsqueda, ensayo y perseverancia. Nacido el 19 de enero de 1964 en Jocotenango, Guatemala, creció en un hogar donde la educación y la cultura eran centrales, influenciado por su padre, quien era maestro.
Aunque mostró interés temprano por la música y aprendió a tocar la guitarra, la pasión principal de Arjona en su adolescencia fue el básquetbol. De hecho, llegó a integrar la selección nacional de Guatemala. Su primer intento serio en el ámbito musical se dio a los 21 años con el álbum debut Déjame decir que te amo (1985). Sin embargo, ese disco de sonido romántico y producción tradicional pasó casi desapercibido.
Tras el fracaso de su debut, Arjona se alejó temporalmente del ambiente artístico. Durante esos años de pausa, trabajó como maestro de escuela y continuó componiendo canciones en su tiempo libre, manteniendo viva su vocación. Este periodo de inactividad musical fue fundamental para definir su estilo único.
El verdadero punto de inflexión en su carrera ocurrió a fines de los años 80, cuando se trasladó a México, un país crucial para su eventual consagración. En México, comenzó a presentarse en pequeños bares y cafés, destacándose por su ingenio para escribir letras cotidianas cargadas de ironía, crítica social y romanticismo. Esta combinación especial atrajo la atención de productores locales.
El resultado de su nueva etapa en México fue su primer disco de autor, "Jesús, verbo no sustantivo" (1988), una obra que ya reflejaba su estilo directo, comprometido y reflexivo. A partir de ese momento, su carrera tomó un gran impulso. Hoy, con millones de discos vendidos y giras internacionales, la historia de Arjona es la de un guatemalteco que cambió el pizarrón por un micrófono para narrar lo que ve, siente y sueña.





