En su visita a los estudios de Radio Facundo Quiroga, Gustavo Leguizamón compartió parte de su historia musical y su vínculo con el folclore del Chaco y Santiago del Estero. “A los 19 años ya integraba un grupo llamado Los Caminantes. En 1995 dejé el grupo y me dediqué como solista. En 1998 saqué mi primer disco y actualmente tengo cinco discos”, contó el músico sobre sus comienzos y trayectoria. Sobre la transformación en la música, agregó: “Ya no grabo más porque más que gastamos que otra cosa, ahora es más las plataformas y los videos en redes”.
Sobre sus raíces y la influencia de su entorno, Leguizamón destacó: “Mi abuelo materno era quichuista, tenía todos los discos de Sixto Palavecino. Cuando me fui a Pinedo, mi papá me mandaba a estudiar con Peteco Epifanio Rodríguez. Fue amigo de Carlos Carabajal. Don Peteco era un maestro que tocaba de todo”. Además, recordó cómo vivió la época en Santiago del Estero, donde se incorporó al folclore santiagueño, y mencionó que “Taco Pozo tiene una idiosincrasia muy particular, gente muy especial con costumbres únicas”.
El cantante también explicó el proceso creativo y el sentido de sus canciones: “Me gusta recorrer el paisaje y que nuestra gente conozca el interior a través de las canciones. Por eso escribo canciones que hablan de nuestro paisaje, de nuestra gente. Es necesario para la trascendencia de nuestra idiosincrasia y cultura”. Sobre la chacarera dedicada a su pueblo, relató: “La chacarera de Gancedo habla de un progreso imaginable y de la voz del pueblo que canta. Trabajador de nostalgia siembra en el campo su sueño”.
En cuanto a la relación entre su vocación musical y su trabajo, comentó: “La música siempre fue mi posición, pero también opté por recibirme en Derecho para tener un equilibrio. Los músicos me dicen que me dedique a la abogacía y los abogados me dicen que me dedique a la música, pero está bueno estar en todo”. Finalmente, compartió una reflexión sobre la música y la constancia: “Si trabajás con respeto y responsabilidad te va a ir bien, aunque a veces es más lejano por las circunstancias”.
Para cerrar el encuentro, Leguizamón interpretó un chamamé que tituló “Barranqueras en mi soledad”, en el que narra una historia de amor y espera, destacando cómo la música mezcla “mitad verdad, mitad fantasía para contar una historia con inicio, nudo y desenlace”.