Aunque suene a meme, ya es una realidad en varios países: la licencia por desamor existe. En lugares como Japón, India y Filipinas, las personas pueden pedir días libres si atraviesan una ruptura sentimental y no están en condiciones emocionales de trabajar. El motivo no es caprichoso: el estrés, la ansiedad y la falta de concentración que puede generar el final de una relación también impactan en el rendimiento laboral.
La iniciativa parte de un enfoque más humano en torno al trabajo, reconociendo que las emociones personales afectan el día a día en la oficina. En Asia, donde el estrés laboral es un problema ampliamente estudiado, esta política busca cuidar tanto al empleado como a su entorno laboral inmediato.
La lógica es simple: si alguien está completamente desenfocado y emocionalmente afectado, ¿de qué sirve obligarlo a cumplir con sus tareas como si nada? El malestar puede contagiarse y afectar a todo el equipo, mientras que unos días de licencia pueden marcar la diferencia en la recuperación emocional y el posterior rendimiento.
Por ahora, la medida no forma parte de las normativas laborales en América Latina, pero plantea un debate cada vez más vigente: cómo adaptar el mundo del trabajo a las realidades emocionales de las personas. Porque sí, a veces el corazón roto también necesita un parte de enfermo.





