Cada 30 de julio se conmemora el Día Mundial contra la Trata de Personas, una fecha instaurada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2013 para visibilizar un delito global que vulnera los derechos humanos más básicos. La trata afecta a millones de personas en todo el mundo y crece año a año, alimentada por redes criminales que ven en la explotación humana un negocio lucrativo y de bajo riesgo.
Los últimos informes de la ONU indican que 1 de cada 4 víctimas tiene menos de 18 años, y que cerca del 70% son mujeres y niñas. Las formas de explotación incluyen la trata sexual, el trabajo forzoso, la mendicidad, la servidumbre doméstica, el tráfico de órganos y otras prácticas que someten a personas a condiciones inhumanas.
Factores como la pobreza extrema, la falta de oportunidades, los conflictos armados, las migraciones forzadas y el cambio climático generan un caldo de cultivo para los tratantes, que se aprovechan especialmente de quienes no cuentan con educación, estatus legal ni redes de apoyo. Además, internet y las redes sociales se han convertido en herramientas para captar víctimas de manera cada vez más anónima y sofisticada.
Pese a la gravedad del problema, la respuesta global está debilitándose: en 2020, la detección de víctimas cayó un 11% y las condenas a los responsables se redujeron en un 27%. Esto pone en evidencia una preocupante desaceleración en la capacidad de los Estados para prevenir, sancionar y asistir a las personas afectadas.
La campaña internacional “Corazón Azul”, impulsada por la ONU desde 2008, busca sensibilizar a la sociedad sobre el drama de la trata y promover la participación activa en su erradicación. El símbolo del corazón azul representa tanto el dolor de las víctimas como la frialdad de quienes se lucran con sus vidas. En esta lucha, cada acción cuenta: desde compartir información, hasta reconocer señales de alerta o denunciar situaciones sospechosas. La trata de personas no es un crimen lejano: ocurre hoy, en todos los rincones del mundo.





