El primer jueves de noviembre de cada año se celebra el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el Ciberacoso. Con esto, se busca acabar de una vez por todas con un tipo de violencia, que afecta a la población infantil a nivel mundial y que provoca terribles secuelas psicológicas.
En un mundo ideal, las escuelas deben ser espacios seguros y solidarios para todos, pero la realidad es que el acoso y la violencia siguen causando violencia, desequilibrios psíquicos con intentos de suicidios y algunos concretados y conmoción familiar y social.
Desde la pandemia de COVID-19, la preocupación por la salud mental de los estudiantes ha aumentado, evidenciando que la violencia y el acoso escolar pueden perjudicar gravemente tanto el bienestar emocional como el bienestar emocional.
Comprendiendo el acoso escolar
El acoso escolar, o bullying, se define como el hostigamiento persistente hacia un estudiante, que puede manifestarse a través de agresiones verbales y físicas sin motivo aparente. Este tipo de violencia ha ido en aumento, y si no se detecta un tiempo, puede tener consecuencias.
El ciberacoso, aunque ocurre en un entorno digital, está intrínsecamente ligado al acoso escolar, ya que ambos pueden devastar la vida de un niño o adolescente. Según la UNESCO, uno de cada tres estudiantes es víctima de acoso escolar en el entorno educativo, lo que subraya la necesidad urgente de abordar una problemática que nos compete a todos. Es esencial profundizar sobre las verdaderas causas, que llevan a los niños y jóvenes a transformarse en personas violentas e insensibles hacia sus semejantes.