"Bueno, ahí vamos..." La voz de Abel Pintos se escucha con claridad en ese enorme espacio que es el Movistar Arena, que ahora alberga a no más de 30 personas en la platea, y a otras 57 sobre el enorme escenario que el cantante bahiense, de remera beige, jeans y estrictas botas negras, transita desde un costado hasta ubicarse en el centro de la escena.
A su lado, Guillo Espel espera la orden para hacer sonar esa maquinaria fantástica que es una orquesta sinfónica. "Flores". Entonces, los 56 músicos hacen foco en su figura, y Flores en el río comienza a fluir. "Seré tu pena antigua...", canta Pintos. Y sigue: "Ya no quiero pensar en vivir y seguir deshojando flores en el rio, flores en el rio, flores en el rio, flores en el rio".
"La llave está bien. Vamos con Cuando", marca, y mientras Cuando ya me empiece a quedar solo, aquel temazo que Charly García creó para Confesiones de invierno, el segundo álbum de Sui Generis, comienza a tomar forma. Y las pantallas, inmensas; las luces, impactantes, comienzan a denunciar la dimensión del Universo paralelo de Abel Pintos. Ese que alguna vez se imaginó y que finalmente está a punto de ser una realidad.
El final queda envuelto en un silencio que él mismo interrumpe. "Son el público más amargo que hay", bromea, con un sentido del humor que indica que por tratarse de un ensayo general todo está bajo control. Y los treinta y pico privilegiados que andan por acá ensayan un aplauso entre las risas que provoca la reacción de Pintos. "¿Lo tienen?", pregunta. Y ante el OK, el cantante da vuelta la hoja. A partir de ahora, prohibido filmar.
Un escenario con seis niveles, en el que el blanco de las alzadas es tomado por asalto por la iluminación o por proyecciones; una formación orquestal que va descubriendo las sutilezas de los arreglos de Espel; un Abel PIntos que cierra los ojos, escucha y canta: "La radio a todo volumen...". Esta vez son unos cuantos los que aplauden. Y hay por qué.
Ahora es el turno de Cien años. Y ahí va Abel, caminando por la anchísima pasarela que se interna en la platea desierta. Escucha, deja pasar un par de frases y canta. Esta vez, los arreglos piden una guitarra eléctrica que se asocia a las líneas de violines y metales.
Sigue Mil años. Ahí parado, como inmune a los cambios de luces y a los movimientos de gente de la producción que se pasean justo frente a él, el cantante parece estar repasando en su memoria cada detalle de la canción. En voz baja, intercambia alguna opinión con Espel. Detrás, su rostro se amplifica hasta lo indecible, multiplicado por dos.
"Vamos con El mar", ordena. Y mientras tanto, un recorrido por varios distintos rincones del estadio sirven para chequear que desde donde sea se escucha más que bien. "¿Cómo venimos, Marce? ¿Bien? ¡¡¡Uiiiii!!!", pregunta y celebra Pintos.
Marce es la artista canadiense Marcela Grimaux, la responsable de la puesta en escena de Universo paralelo, que después de varios meses trabajando "a distancia", se instaló en Buenos Aires unos 10 días atrás, para ultimar su puesta, que ahora, en situación de ensayo, parece esconder más de lo que muestra, y eso ya es mucho.
Se acercan las 17, hora en la que todo quedará en silencio. Abel afloja un poco, baja un cambio. Ya no canta con toda su potencia, sólo marca y por momentos apena vocaliza acompañando esa pared de sonido que llega desde el la usina sonora conducida por Espel.
Ahora, el artista se dirige hacia un escalera y desaparece de escena. Hay un intermedio musical y de pronto reaparece allá en lo alto, detrás de la orquesta. "LIbertad", anuncia. Y eso que parecía insinuarse, finalmente se despliega a pleno. Por obra y gracia de la tecnología -y de Marcella Grimaux-, el fondo del escenario parece haberse expandido hasta el infinito.
Ya no hay tiempo para más. "Muchas gracias. Nos vemos mañana. Emborráchense lo menos posible esta noche. O mejor déjenlo para el domingo", bromea Pintos una vez más y emprende la retirada, a la par de los músicos, mientras técnicos y asistentes siguen en lo suyo.
Esta vez no hay nota, no hay declaraciones, y no hacen falta. Ya falta una hora menos que cuando comenzó la pasada para que Abel suba a escena para mostrar su nuevo plan, y para que se le cumpla un viejo sueño. Y todo lo que se diga seguramente no alcanzaría a reflejar lo que está por suceder.
Abel Pintos presenta "Universo paralelo" los días 21, 22 y 23 de noviembre, a las 21, en Movistar Arena, Humboldt 450. Entradas disponibles sólo para los días 22 y 23, a partir de $4.000, por www.accesofan.com
Pero al triple ganador del Gardel de Oro aún queda algo por hacer. Allá afuera, un grupo de chicas lo espera ver salir desde hace varias horas. Entonces, él hace detener el vehículo que lo traslada y baja. Es el momento de cumplir el sueño de ellas, y las saluda, una por una y posa una y otra vez para cada celular que desea guardarse una imagen suya. Entonces sí, Abel deja atrás el enorme Movistar Arena.
Fuente: Clarín.