Un potente terremoto de magnitud 7,7 azotó el centro de Myanmar el pasado viernes, dejando una estela de destrucción y un creciente número de víctimas. El epicentro del sismo se localizó al noroeste de la ciudad de Sagaing y ocurrió a poca profundidad, lo que intensificó su impacto en la superficie. El movimiento telúrico se sintió con fuerza en la vecina Tailandia e incluso en el sur de China. Poco después del temblor principal, se registró una réplica de magnitud 6,4 en la misma zona, manteniendo la alerta en la región.
El balance oficial más reciente informa de al menos 1.600 muertos y 3.408 heridos, aunque se teme que estas cifras sigan aumentando a medida que los equipos de rescate acceden a las áreas más remotas afectadas. Las tareas de localización de desaparecidos y rescate de personas atrapadas bajo los escombros continúan contrarreloj. La magnitud del desastre ha provocado graves daños materiales en infraestructuras críticas, como la capital administrativa de Myanmar, Naypyidaw, donde la torre de control del principal aeropuerto colapsó, obligando al cese de sus operaciones.
La comunidad internacional comenzó a movilizarse para ofrecer ayuda a los damnificados. El Gobierno de Japón anunció que proporcionará “todo el apoyo posible” a Myanmar, incluyendo el envío urgente de suministros humanitarios. El Reino Unido también se sumó a los esfuerzos, anunciando una ayuda humanitaria de USD 12,9 millones destinada al suministro de alimentos, agua, medicinas y refugio en las zonas más afectadas.
Organismos internacionales también expresaron su preocupación y ofrecieron su apoyo. El papa Francisco manifestó su profundo pesar por la tragedia y ofreció sus oraciones por las víctimas. Por su parte, la ONU condenó los continuos ataques militares en medio de las tareas de rescate y advirtió sobre el riesgo de que se bloquee la llegada de ayuda humanitaria a quienes más la necesitan. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCAH) señaló que los graves daños en las carreteras dificultan las operaciones de rescate y que existe una grave escasez de suministros médicos.
Ante la devastación, las fuerzas prodemocráticas de Myanmar, agrupadas en el Gobierno de Unidad Nacional, anunciaron una tregua de dos semanas en las zonas afectadas para facilitar las tareas de rescate y colaborar con agencias de la ONU y ONG. Este gesto busca priorizar la asistencia humanitaria en medio de la compleja situación política del país, mientras la comunidad internacional continúa coordinando esfuerzos para aliviar el sufrimiento de las víctimas del terremoto.