Una realidad preocupante emerge en Argentina: casi uno de cada 100 niños desarrolla una alergia alimentaria, una condición que puede generar angustia y complicaciones si no se diagnostica a tiempo. Para concientizar sobre esta situación, la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC) organiza la Semana Argentina de la Alergia Alimentaria, buscando promover el conocimiento y la identificación temprana de los síntomas, especialmente en bebés y niños.
La Alergia a la Proteína de la Leche de Vaca (APLV) es la más común en la primera infancia, representando un tercio de los casos y apareciendo generalmente antes de los seis meses de vida. Sus síntomas pueden ser inespecíficos, abarcando manifestaciones digestivas, respiratorias o cutáneas. Expertos de la AAAeIC enfatizan la importancia de que pediatras y familias estén alerta y no minimicen ninguna señal de alarma.
Los signos de una alergia alimentaria pueden variar ampliamente, desde reacciones inmediatas como urticaria, labios inflamados o sibilancias, hasta respuestas más retardadas como cólicos, vómitos, diarrea, eccemas o sangre en las heces. En casos menos frecuentes, puede ocurrir anafilaxia, una reacción grave con riesgo de vida. Estas restricciones alimentarias necesarias para el manejo de la alergia pueden llevar a deficiencias nutricionales y afectar el crecimiento infantil, así como la calidad de vida del niño y su familia.
La detección temprana es fundamental para evitar diagnósticos tardíos y sus complicaciones. El abordaje es multidisciplinario, con alergistas y gastroenterólogos infantiles trabajando en equipo con pediatras, quienes son la primera línea de consulta. El tratamiento principal consiste en la eliminación del alimento causante de la dieta. Para la APLV, se recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, o el uso de fórmulas especiales bajo indicación médica si no es posible amamantar.
Las familias de niños con alergias alimentarias a menudo viven con miedo a la exposición accidental. Por ello, el acompañamiento profesional incluye no solo el manejo clínico, sino también la educación sobre el rotulado de alimentos, cómo manejarse en comedores escolares y en diversas situaciones sociales. Este esfuerzo conjunto busca reducir el impacto de las alergias alimentarias y prevenir cuadros potencialmente graves, mejorando significativamente la calidad de vida de los pacientes y sus entornos.