Uno de los detalles que puede marcar una gran diferencia es la técnica de tirar sal sobre las brasas, un gesto que, lejos de ser un condimento para la carne, cumple funciones estratégicas para mejorar la calidad de la cocción.
Uno de los beneficios más destacados de esta práctica es la reducción del humo excesivo en la parrilla. Cuando la grasa de la carne gotea sobre el carbón encendido, suele generarse un humo denso que puede impregnar las piezas con un sabor amargo; al caer sobre las brasas, la sal absorbe parte de esa grasa y evita que se queme en exceso.
Asimismo, la sal ayuda a estabilizar la temperatura y prolongar la vida útil del fuego. Al esparcir sal gruesa sobre el carbón, se logra un calor más uniforme y constante, lo que facilita que las piezas grandes se cocinen de manera pareja, evitando que queden partes crudas o se arrebaten por picos de calor descontrolados.
Otro punto clave es su capacidad para sofocar pequeñas llamas que se generan por el goteo de grasa. Al cubrir el carbón, la sal limita el oxígeno disponible y reduce la intensidad del fuego sin apagar por completo las brasas, actuando como un regulador natural de la combustión durante el proceso.
Finalmente, es fundamental recordar que, aunque es una técnica segura para la parrilla, la sal no sustituye a un extintor. No es efectiva para incendios de gran magnitud y su uso debe limitarse exclusivamente al control del humo y pequeñas llamaradas domésticas, ya que en fuegos químicos o eléctricos podría generar vapores peligrosos.






