A 32 años de su partida, el legado de Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, mundialmente conocido como Cantinflas, sigue tan vivo como su particular forma de hablar y su humor blanco que conquistó a generaciones. El ícono del cine mexicano falleció el 20 de abril de 1993, dejando una huella imborrable en la industria cinematográfica latinoamericana y en la cultura popular.
Durante la época dorada del cine mexicano, Cantinflas participó en más de 50 películas, dejando una marca personal con sus juegos de palabras y diálogos rápidos. Su comedia trascendió edades y fronteras, contribuyendo a fortalecer la identidad nacional mexicana a través de la risa. Su impacto no se limitó a la pantalla grande, ya que también fue un destacado activista en defensa de la educación, la lucha contra la discriminación racial y los derechos de los trabajadores.
La causa oficial de su muerte fue cáncer de pulmón, una enfermedad que le había sido diagnosticada años antes. A pesar de someterse a tratamientos, su salud se deterioró hasta su fallecimiento en la Ciudad de México a los 81 años. Su funeral fue un evento multitudinario, reflejo del cariño y la admiración que el pueblo mexicano sentía por él.
Su vida personal también estuvo marcada por el amor hacia su esposa, Valentina Ivanova, con quien se casó en 1934. Juntos enfrentaron momentos difíciles y en 1960 adoptaron un hijo llamado Mario Arturo Moreno Ivanova. Tras la muerte de Valentina en 1966, Cantinflas no volvió a casarse. Su legado continuó a través de su hijo, aunque su herencia fue objeto de disputas legales durante años.
Hoy, a 32 años de su muerte, recordamos a Cantinflas no solo como un gran comediante, sino también como un ícono cultural cuya genialidad y compromiso social perduran en la memoria colectiva. Su filmografía sigue siendo disfrutada por nuevas generaciones, manteniendo vivo su espíritu y su inigualable capacidad para hacer reír.